Cuba tiene sus propios filtros de agua, pero falta producción

Cuando el agua está contaminada toda la vida parece estarlo. Encontrar la purificación para el agua es como salvarse uno mismo.

HAVANA TIMES — Agosto, 2014. Las mujeres hicieron café bien temprano y pegaron la mirada en el agujereado camino como si esperaran al Mesías. “Viene el jeep”, informó una y rápido se le unieron algunos hombres. Todos esperaban al anunciado.

Las Piedras es uno de esos rincones hoscos donde la gente se empeña en vivir. Tanto así, que el agua que utilizan en esta zona de Minas, al norte de la ciudad de Camagüey, más que de pozos, la obtienen del río Saramaguacán. Ellas habían tratado con todo, pero al final la moniliasis volvía. Por eso esperan al salvador.




De un viejo UAZ se baja el delegado del Consejo Popular y la gente que viene de la urbe, de allá traen la redención. El filtro construido por el Centro Integrado de Tecnologías del Agua (CITA) de Camagüey es un hacedor de prodigios. Así lo creen ellas que están cansadas de la picazón, el ardor y la irritación. Del vehículo todoterreno bajan 161 filtros. Ahora solo tienen fe, dentro de unos meses conocerán la certeza de que el agua filtrada es segura, sonreirán con más fuerza, en paz.

 

En el CITA han fabricado 3 073 filtros desde el 2012 hasta el 2016.

Como llegó la tecnología sencilla y eficaz a Cuba

Tradifiltro, así le pusieron en Camagüey al filtro compuesto por una tanqueta y llave plástica, y una unidad filtrante hecha de arcilla y aserrín. Leopoldo Gallardo Quiñones, exdirector del CITA, y Amado Cepero Díaz, obrero de la entidad, trajeron la idea de Nicaragua. Allá aprendieron de Ron Rivera las pautas para desarrollar un artefacto artesanal capaz de purificar el agua de parásitos y bacterias.

 

Ron Rivera en uno de los muchos países done brindó asistencia técnica para establecer fabricas de filtros.

Ron Rivera, puertorriqueño residente en Nicaragua, fue el promotor de Filtrón, el más globalizado producto nica, fabricado según el modelo creado en 1981 por el químico guatemalteco Fernando Mazariegos, capaz de purificar hasta las aguas sucias. De cerámica revestida en su interior y bañada en plata coloidal, la fabricación era tan fácil como su uso en comunidades donde no suelen hervir el agua ni clorarla adecuadamente.

A la idea de Mazariegos, Ron le aportó la prensa manual, que le permitió la estandarización, o sea, todos se fabricaron del mismo tamaño y con el mismo nivel de filtración. Conseguido ese control de calidad, Ron se dedicó a difundir el invento por todo el mundo, como lo demuestran las 30 fábricas artesanales de filtros por todo el mundo.

“Lo hacemos como Ron enseñó a Leopoldo y a Cepero. La única distinción es que usamos el aserrín de pino blanco, porque demostramos que le da mejor sabor al agua que la cáscara de arroz, utilizada en países como Tailandia”, explica Carlos Contreras Cabrera, subdirector del CITA.

 

A los camagüeyanos les tomó más de una década producirlos. La burocracia los detuvo. La visita a Nicaragua fue a principios de siglo y solo en el 2012 empezó la producción cubana. Desde entonces han trabajado casi sin cesar hasta que el déficit de tanquetas en el único proveedor que hasta ahora poseían, el Inpud de Santa Clara, los inmovilizó durante buena parte del 2016.

“Contactamos con la Industria Electrónica de La Habana y ya tenemos tanquetas otra vez”, dice Carlos, y cuenta a Cimex como proveedor de las llaves plásticas, que es el otro componente que no fabrican en el centro camagüeyano, el único que tiene el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) en Cuba.

El filtro cuenta con licencia sanitaria desde el 2016. Desde antes los medios de prensa se hicieron eco del novedoso aparato, pero hasta ahora sigue alejado de los mostradores. Aun así ha recibido premios provinciales y a nivel de país, por su efectividad de filtrado y lo económico de su costo de producción, bondades que también se han divulgado en fórums científicos. Hasta allí la promoción: nivel académico, papel de periódico, ondas de radio, cámaras de televisión…

“Esperamos que este año el Instituto Nacional de Higiene y Epidemiología nos certifique su acción bactericida para poder venderlo a la población. Con ese permiso, y la ficha de costo aprobada por Finanzas y Precios, que ya se gestiona en la provincia, debemos empezar las ventas a la población en el 2017”, comenta Yamila Recio Rodríguez, ingeniera química al frente del proyecto de Tradifiltro.

 

“En el secado de las piezas se les protege del viento, pues no le puede dar directamente”, declara Rafael Blanco.

La mezcla perfecta

 

Saturnino Mendoza, el jefe de taller en el proceso de saturación de los filtros, después del horneo.

Arcilla y aserrín. He ahí la combinación precisa. Al quemarse el aserrín produce los poros por donde se filtra el agua. Pero, ¿cuántos poros hacen falta? ¿Cómo determinar las cantidades de materias primas necesarias para alcanzar el equilibrio justo?

“La tasa de filtración que nos piden, sobre todo, para la gente del campo es de dos a cuatro litros por hora (lt/h). Empezamos con una de 7-10 lt/h, ya promediamos entre cuatro y cinco, que no es la óptima, pero ya asegura un rango mayor de acción contra las bacterias, pues mientras más demore el agua en filtrarse más posibilidades tiene el filtro de acabar con lo nocivo que haya en ella”, manifiesta Yamila, sin revelar más detalles de las proporciones exactas de materias primas.

La esquiva sutil lleva a la lógica conclusión de que el CITA busca perpetuar la exclusividad de este producto en Cuba, pero Carlos, el subdirector, arguye en contra: “No hemos dado capacitación, porque nadie la ha pedido hasta ahora. No ambicionamos ser los únicos en fabricar esto en el país, nos interesa más su distribución y la ayuda a la calidad de vida que puede traer el filtro”.

Hasta ahora se ha producido 3.073 filtros cerámicos en Cuba, realizado entre 2012 y 2016, a pesar de que la tecnología y la capacitación necesaria estaban en el país desde el 2000-2001. Desde estas mismas fechas se crearon fábricas de los mismos filtros en decenas de países. Entre los principales productores de filtros por país se encuentran Myanmar (735.000), Camboya (636.000), Guatemala (242.000) Nicaragua (187.000), Indonesia (61.000) y Colombia (57.000), señala Potters for Peace, que proporcionó la asistencia técnica para la puesta en marcha de las fábricas en muchos de los países junto con Potters without Borders y Thirst-Aid.

Tradifiltro, formado por el sufijo “tradi” (de tradición) y la palabra filtro, resultó el nombre escogido, pues en Camagüey es conocida la labor de los ceramistas, no en vano a la urbe se le conoce como la Ciudad de los Tinajones. Por eso intentaron hacer los primeros con forma de tinaja. ¡Pero qué va! El costo se elevó hasta las nubes. Se decidieron, entonces, por las tanquetas plásticas (como en otros países) y pudieron estabilizar hasta 300 unidades mensuales. Además, con el tiempo, bajaron de los parámetros internacionales de rotura que admiten hasta un 30%.

“Cuando empezó el proyecto se nos rompían bastante, el 80% en el secado, hoy estamos a un 8%; no teníamos conocimiento ni sobre cómo tenía que ser el estante. Con el tiempo hemos variado las proporciones de materia prima y logramos mezclas más homogéneas para evitar quebraduras”, narra Yamila.

Junto a la joven ingeniera, Sarturnino Mendoza Matos, el jefe del taller donde se producen, lidera a siete trabajadores más que se encargan de todo el proceso. “Primero se secan al sol la arcilla y el aserrín. Ya sin humedad se tamizan para eliminar las materias extrañas y lograr la granulometría adecuada. Sigue la mezcla en seco, a la que se le añade agua a los 10 minutos. Se prensa, ahora solo con apretar un botón, la máquina de antes funcionaba de manera manual. Las piezas se deshumedecen a temperatura ambiente. Se hornean durante tres días, y al sacarlas se sumergen en agua hasta 24 horas, se prueban durante una hora para ver su tasa de filtración y, por último, se bañan en plata coloidal”.

Para Rafael Blanco Lupetey, obrero de 25 años de edad, lo peor de todo es el aprovisionamiento de madera y arcilla. “El horno es rústico y funciona con la costanera que le traemos de una aserradero; cada vez que hay que ir allá o a buscar arcilla en el barrio de San Miguelito llego a mi casa hecho tierra, porque son días enteros de trabajo duro, cargando en uno y dando pala en el otro casi sin descanso, para poder aprovechar el viaje”.

El gobierno favorece la venta de filtros importados en sus tiendas

En Cuba, hace años las campañas sanitarias insistieron en la necesidad de hervir el agua, las actuales repiten la utilidad del empleo del hipoclorito. “Desde que me compré el filtro no hiervo el agua, que me provocaba tremendos gastos de corriente. Hice una compra carísima, porque salen en más de 40 CUC en la tiendas en divisas (más de 50 USD). Pero ahora puedo confiar en el agua y no gasto tanta electricidad”, explica Amparo Rodríguez Domínguez, residente de la ciudad de Camagüey.

 

El filtro actual y detrás la primera versión, ambos ejemplares en el salón de exposiciones del CITA.

Como ella, muchos ven en el filtro una solución. Al parecer también el Gobierno, que en los últimos años ha estabilizado su venta de filtros, aunque todos importados de Corea del Sur y China, en las cadenas de tiendas recaudadoras de divisas. Está claro que el ahorro de combustible resulta prioritario en Cuba que hace poco más de una década desarrolló una Revolución Energética, en la que se apostó por la electricidad como motor impulsor de la vida doméstica y luego ha tenido embates de suministros de petróleo devenidos por las crisis en Venezuela. Pero, ¿y quiénes no pueden gastar el doble de un salario medio para adquirir un filtro?

Hace poco la Organización No Gubernamental SODE Paz hizo un donativo a su homóloga cubana Cuba Solar, y esta decidió comprar 470 filtros del CITA al INRH. Irán a dar a la zona afectada por el huracán Matthew en Guantánamo. Cada uno se cobró a 12 CUC, alrededor de un 40% del costo de los de procedencia china y coreana que se venden en las tiendas recaudadoras de divisas, únicos establecimientos donde la población puede adquirir filtros para purificar el agua potable.

Para que en el porvenir sea asequible al salario medio de Cuba, que no llega a los 600 CUP (equivalentes a 24 CUC), urgen dos acciones: Primero, destrabar. Para que en un futuro no lejano haya aguas depuradas en los labios de cada isleño, debe agilizarse el papeleo necesario para que el CITA ponga en manos de la gente sus filtros. Y crecer. Para que los cubanos tengan mejor agua en sus casas, la producción de Tradifiltro debe multiplicarse.

En pos de lo último hay acciones. “Tenemos un financiamiento de 300 mil francos de la Asociación Suiza-Cuba. Pensamos mejorar el taller a partir del 2018, lo ampliaremos y modernizaremos tanto las herramientas como los medios de transporte; se van a adquirir dos carros para la distribución de esos filtros en Camagüey, y el Oriente de Cuba, al menos en los primeros tiempos. Mejoraremos la parte de secado, haremos un segundo horno y otra prensa. Con toda esa capacidad instalada haríamos unas 4.000 unidades por año”, relata Carlos, el subdirector del CITA, todo entusiasmado.

Una emoción así compartieron aquellas mujeres de Las Piedras hace tres años, cuando en un vehículo todoterreno les trajeron un filtro capaz de enfrentarse a las escarpadas aguas del Saramaguacán. Es un asunto de tranquilidad social.

Por ahora, Tradifiltro sigue en el plano de la fe. Dentro de unos meses, si se resuelven las dificultades que han durado años, al fin el pueblo tendrá en sus casas el milagroso equipo que ayudó a las mujeres de Las Piedras hacer lo suyo en cada hogar. Cuba sabrá que este artefacto fabricado en Camagüey garantiza un tesoro cada vez más escaso en el mundo: agua potable segura.



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